Fotógrafo



Irving Penn

Nació en 1917 en Nueva Jersey. Estudió junto con Alexey Brodovich en la Escuela de Filadelfia en la que se graduó en 1938.

Después de sus estudios de diseño con Alexey Brodovich, Irving Penn trabajó como artista gráfico en la Philadelphia Museum School of Industrial Art.
En 1938 se trasladó a NY, para instalarse por cuenta propia. Su primera portada para "Vogue" , una naturaleza muerta, apareció en 1943. Desde ese año, sus fotografías fueron publicadas regularmente en "Vogue" y otras revistas.




A partir de 1951, realizó fotos por encargos provenientes de todo el mundo. Tal como Richard Avedon, Penn se hizó célebre especialmente por sus trabajos en fotografía de moda. Pero al contrario de su gran rival, Penn nunca se interesó por la fotografía de exteriores, ni tampoco por las escenas callejeras o de café. Permaneció fiel durante toda su vida a las tomas en estudio y bajo determinadas condiciones de iluminación, de manera que los conocedores pueden distinguir las fotografías tomadas en París, por ejemplo, de aquellas realizadas en NY sobre los mismos temas. Pese a esas diferencias fundamentales a nivel de la concepción, el interés que siente por el ser humano también ocupa una posición central en la obra de Penn. La personalidad de la modelo tiene lugar importante en su fotografía de moda, y a menudo, las imágenes están muy próximas del retrato. Sus series- como la que realizó en 1949 para "Vogue", que le encargó caracterizar en cinco imágenes la moda de la primera mitad del siglo XX- parecen enfocadas individualmente a la personalidad de la modelo.





Más tarde, la relajación de las poses y las vestimentas en las fotografías de los años cincuenta casi hacen olvidar que se trata de fotografías de moda, si no fuera por la reiterada acentuación de la tonalidad del segundo plano.
La significación de ese segundo plano sólo se comprende realmente en toda su extensión si consideramos que todas sus imágenes —ya sean retratos, series sobre los pequeños oficios y los artesanos de Inglaterra y Francia, o fotografías de la gente de Marruecos, Benin o Nueva Guinea— tienen el mismo fondo. En realidad, ese fondo es el escenario en el que Penn hace evolucionar a sus modelos. ya se trate de moda o retratos: el artista extrae la persona de su propio contexto social, con el fin de aislarla y llamar así mas intensamente la atención sobre lo que ella es realmente.

El empleo de ese fondo, que permanece invariable, produce en realidad dos efectos: por una parte valoriza al individuo, extrayéndolo del anonimato; pero por otra, sirve para realzar la vestimenta. Cada prenda de vestir, a partir del momento en que está presente sobre su escenario particular, se convierte para Penn en un objeto de moda. Esa idea se justifica desde el punto de vista de la historia de la civilización, aunque durante los siglos pasados el estilo de la vestimenta no cambiaba tan rápidamente como lo hace en nuestros días.

Para Penn, como para otros grandes fotógrafos de nuestro tiempo, los propios intereses fotográficos y la fotografía de encargo acaban siendo la misma cosa. Son expresión de una visión del mundo, de un especial interés por el medio fotográfico, que ofrece la posibilidad de aproximarse de una forma muy particular a sus semejantes y al medio circundante, para interpretarlos finalmente de una manera inconfundible.

Durante su aún fructífera carrera, Irving se ha dedicado a fotografiar a los grandes personajes del mundo moderno. También continúa ayudando a la revista Vogue con sus portadas con sus más de noventa años de edad.

Las siguientes fotografías son retratos de Charles Chaplin, Kate Moss, Truman Capote y Pablo Picasso aunque tiene más de cinco mil personajes fotografiados durante toda su carrera.







Biografía

1917 Nace el 16 de junio en New Jersey.

1934 - 1938 Estudia en el Museo de Filadelfia.

1938 - 1941 Trabaja como artista gráfico en Nueva York.

1941 - 1942 Pasa todo el año pintando en México.

1943 - 1944 Diseñador y fotógrafo para Vogue en Nueva York.

1944 - 1945 Sirvió como conductor de ambulancias y documentalista en Italia y India durante la guerra.

1946 Fotógrafo con Alexander Liberman para Conde Nast Publications en Nueva York.

1952 Fotógrafo freelance en New York.

1958 Nombrado uno de "Los 10 mejores fotógrafos del mundo" según Popular Photography Magazine.


Exhibiciones en Museos y galerías de arte

2002 HAMILTONS GALLERY, London.
2000 Retrospective, MUSEUM OF MODERN ART, New York.
1997 Retrospective, STATE HERITAGE , St.Petersburg, Russia.
1995 HAMILTONS GALLERY, London.
1993 HAMILTONS GALLERY, London.
1991 HAMILTONS GALLERY, London.
1984 - 1987 Retrospective, MUSEUM OF MODERN ART, New York.
1985 VICTORIA AND ALBERT MUSEUM, London.
1984 VISION GALLERY, Boston.
1983 MUSEUM OF MODERN ART, New York.
1982 MARLBOROUGH GALLERY , New York.
1981 FERENS ART GALLERY, Yorkshire.
1981 MARLBOROUGH FINE ART, London.
1980 MARLBOROUGH GALLERY, New York.
1979 TIROLER LANDESMUSEUM, Innsbruck, Austria.
1978 MODERNA MUSEET, Stockholm.
1977 INTERNATIONAL MUSEUM of PHOTOGRAPHY, Rochester, New York.
1977 METROPOLITAN MUSEUM OF ART, New York (solo)
1976 Masters of the Camera, American Federation of the Arts travelling exhibition.
1975 JEWETT ARTS CENTER, Wellesley College, Massachusetts.
1975 GALLERIA CIVICA D'ARTE MODERNA, Turin.
1967 - 1973 NATIONAL GALLERY OF CANADA, Ottawa.
1963 SMITHSONIAN INSTITUTE , Washington.
1961 MUSEUM OF MODERN ART, New York.
1955 MUSEUM OF MODERN ART, New York.

Ilustra un artículo II

¿Piensan los jóvenes?

La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido, adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical Investigations en las que afirmaba que "no querría con mi libro ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles a tener pensamientos propios".

Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están persuadidos de que eso genera problemas. "Quien piensa se raya" -dicen en su jerga-, o al menos corre el peligro de rayarse y, por consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora escarmentados. No merece la pena pensar -vienen a decir- si requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya está.



En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento -por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra cultura- exige siempre una respuesta personal, un compromiso que sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta años. "Ni quiero una chaqueta para toda la vida -escribía una valiosa estudiante de Comunicación en su blog- ni quiero un mueble para toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada una de nuestras acciones. No queremos compromiso con absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada, decimos "te quiero" demasiado rápido: la primera discusión y enseguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos, nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por vida, por no hablar de querer para toda la vida".



El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl Jaspers escribía que "el mal radical tiene que ver de alguna manera con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres humanos". Esto sucede -explicaba Arendt- cuando queda eliminada toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad creativa de pensar resultan superfluos. Superficialidad y superfluidad -añado yo- vienen a ser en última instancia lo mismo: quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo, resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.



De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.



Resulta muy peligroso -para cada uno y para la sociedad en general- que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.



Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos -como aspiraba Wittgenstein- a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar.

Jaime Nubiola, La Gaceta de los Negocios (Madrid).

Retratos

Es complicado que una persona que no sea fotogénica se ponga a posar para un fotógrafo que ni muchísimo menos es un profesional. Ese era el reto que tenía con mi hermano y creo que hemos logrado superarlo.


Felicidad, tristeza, indiferencia o preocupación son gestos complicados de expresar pues se tiene que lograr que no se note que los estás forzando. Pero la vida está llena de retos y hay que ir superándolos uno a uno. Éste es el resultado de nuestro esfuerzo.











Reflejos y sombras

Los reflejos nos hacen ver el mundo con otros ojos. La creatividad es fundamental para poder hacer divertidas o curiosas imágenes comúnes y sencillas. Se puede decir que los reflejos y las sombras se convierten en una nueva personalidad del fotógrafo.











Rincones de Pamplona

La capital navarra no deja indiferente a nadie. Cada rincón esconde una historia, algo que le define por sí misma y por eso nunca te cansa. Tenemos la suerte de que nuestra ciudad tiene una historia tan rica que por mucho que la estudies y analices, siempre te van a quedar cosas por ver o apreciar más concienzudamente.


Desde la parte vieja o más antigua, hasta la expansión por los distintos barrios, las instantáneas que se pueden tomar son infinitas y todas ellas de gran valor, tanto artístico como sentimental.

Aquí dejo unas cuantas de esas imágenes irrepetibles.











Ilustra un artículo I

El 10 de junio de 1973 se celebró en Oiartzun (Guipúzcoa) un homenaje a un bertsolari. A este acto fue invitado Xalbador, el pastor de Urepel (Baja Navarra). Cuando le tocó su turno, se acercó con solemnidad al micrófono. Su figura mostraba a un hombre sereno y rebosante de confianza. Don Juan Mari Lekuona fue el encargado de comunicarle el tema sobre el que debía cantar de un modo improvisado: “Xalbador, éste es tu tema, las manos de la abuela, amatxiren eskuak”. Tras unos segundos de concentración empezó a cantar con una melodía suave y nostálgica:

Escucha abuela,
hace ya mucho tiempo que viniste al mundo,
y en tu interior has pasado muchas preocupaciones.
Al contemplar con mi fina mirada esas queridas manos arrugadas,
me viene un temor de que pronto tendrás que dejar este mundo.





Los oyentes no esperaban esta salida. Mirando a Xalbador podrían asegurar que no es un ejercicio de erudición y rima el de éste buen pastor. En su cara parecía vislumbrarse una añoranza de esa “amatxi”. Xalbador, sin cambiar el gesto grave y profundo de su rostro, canta su segundo bertso:

He visto en todo el mundo a otras muchas “amatxis”,
Señor, por favor, que me perdonen hoy lo que digo,
que tus manos, “amatxi” mía, no se agarroten nunca,
pues éste tu nieto tanto ama las caricias de esas manos arrugadas.





Cuando los oyentes todavía no se habían repuesto de la emoción, Xalbador lanzó al aire su tercer bertso:

Mi “amatxi” en todo el mundo ¿acaso tendría una igual?
estoy dudando de que alguna vez hubiese tomado un descanso,
ahora se le han envejecido las manos,
y sus venas azules las tiene ahí a la vista,
no es de extrañar... ¡tanta labor han hecho!





Xalbador con esa mirada suya perdida en el horizonte está viendo a su abuela trabajando, hilando la lana, cuidando la olla en el fuego, meciendo la cuna de su nieto, desgranando las mazorcas de maíz o las cuentas del rosario. Una abuela, con unas manos arrugadas, que fue la memoria de esa comunidad familiar.

Asier Barandiarán

Mercado de Santo Domingo

Todos los mercados son especiales pero el de Santo Domingo es entrañable. El ambiente, el ajetreo y la ubicación hacen de él uno de los rincones más agradables de Pamplona. Cuando entras por cualquiera de sus dos entradas ya respiras ese aroma típico de los ultramarinos con mercancías frescas. Pan, verduras, carnes, pescados…todo es igual que en un supermercado de esos grandes de ahora pero con la diferencia del trato personal (además de por supuesto la calidad de los productos de las huertas de la magdalena, que son exquisitos). Eso es lo que realmente te hace volver. Yo no suelo ir porque me queda un poquito lejos (vivo en San Juan) pero si voy a pasear por lo viejo siempre me paso por el mercado.


Mi problema con los sitios donde se vende comida es que detesto el queso. Es mi talón de aquíles y me acompaña allí donde voy. Por eso, cuando entro en estos sitios siempre busco dónde están mis “enemigos” para que no me derroten con su olor. En este mercado no hay problema porque sólo hay dos sitios donde lo venden y no paso ningún tipo de apuro. Superado esto, sólo me limito a pasear entre los puestos y la gente para enriquecerme de todos los olores, colores y ambientes que desprenden.



Es muy bonito ver cómo el vendedor intenta venderte sólo lo que está bueno y no todo lo que está en su puesto. Es gratificante cuando te comenta que por ejemplo “hoy no es el día para llevarte el besugo, llévate mejor el rape porque está excelente”. Cuando una persona que sólo quiere que le compres te intenta convencer de que no lo hagas aun arriesgándose a perder un cliente, demuestra que únicamente buscan que el cliente se lleve lo mejor, lo bueno. Esa es la grandeza de estos mercados.



Tras pasear por todos los pasillos llego a la conclusión de que un mercado puede ser el reflejo de la sociedad. Hay mucha pluralidad, todo el mundo habla sin miedo y todos se respetan. Eso sí, hay distintas clases sociales y por mucho que se intente competir contra ello, el mercado nunca podrá ser tan rentable como las grandes superficies y los monstruos económicos mundiales. Es ley de vida, mala ley pero ley al fin y al cabo.