Rincones de Pamplona

La capital navarra no deja indiferente a nadie. Cada rincón esconde una historia, algo que le define por sí misma y por eso nunca te cansa. Tenemos la suerte de que nuestra ciudad tiene una historia tan rica que por mucho que la estudies y analices, siempre te van a quedar cosas por ver o apreciar más concienzudamente.


Desde la parte vieja o más antigua, hasta la expansión por los distintos barrios, las instantáneas que se pueden tomar son infinitas y todas ellas de gran valor, tanto artístico como sentimental.

Aquí dejo unas cuantas de esas imágenes irrepetibles.











Ilustra un artículo I

El 10 de junio de 1973 se celebró en Oiartzun (Guipúzcoa) un homenaje a un bertsolari. A este acto fue invitado Xalbador, el pastor de Urepel (Baja Navarra). Cuando le tocó su turno, se acercó con solemnidad al micrófono. Su figura mostraba a un hombre sereno y rebosante de confianza. Don Juan Mari Lekuona fue el encargado de comunicarle el tema sobre el que debía cantar de un modo improvisado: “Xalbador, éste es tu tema, las manos de la abuela, amatxiren eskuak”. Tras unos segundos de concentración empezó a cantar con una melodía suave y nostálgica:

Escucha abuela,
hace ya mucho tiempo que viniste al mundo,
y en tu interior has pasado muchas preocupaciones.
Al contemplar con mi fina mirada esas queridas manos arrugadas,
me viene un temor de que pronto tendrás que dejar este mundo.





Los oyentes no esperaban esta salida. Mirando a Xalbador podrían asegurar que no es un ejercicio de erudición y rima el de éste buen pastor. En su cara parecía vislumbrarse una añoranza de esa “amatxi”. Xalbador, sin cambiar el gesto grave y profundo de su rostro, canta su segundo bertso:

He visto en todo el mundo a otras muchas “amatxis”,
Señor, por favor, que me perdonen hoy lo que digo,
que tus manos, “amatxi” mía, no se agarroten nunca,
pues éste tu nieto tanto ama las caricias de esas manos arrugadas.





Cuando los oyentes todavía no se habían repuesto de la emoción, Xalbador lanzó al aire su tercer bertso:

Mi “amatxi” en todo el mundo ¿acaso tendría una igual?
estoy dudando de que alguna vez hubiese tomado un descanso,
ahora se le han envejecido las manos,
y sus venas azules las tiene ahí a la vista,
no es de extrañar... ¡tanta labor han hecho!





Xalbador con esa mirada suya perdida en el horizonte está viendo a su abuela trabajando, hilando la lana, cuidando la olla en el fuego, meciendo la cuna de su nieto, desgranando las mazorcas de maíz o las cuentas del rosario. Una abuela, con unas manos arrugadas, que fue la memoria de esa comunidad familiar.

Asier Barandiarán

Mercado de Santo Domingo

Todos los mercados son especiales pero el de Santo Domingo es entrañable. El ambiente, el ajetreo y la ubicación hacen de él uno de los rincones más agradables de Pamplona. Cuando entras por cualquiera de sus dos entradas ya respiras ese aroma típico de los ultramarinos con mercancías frescas. Pan, verduras, carnes, pescados…todo es igual que en un supermercado de esos grandes de ahora pero con la diferencia del trato personal (además de por supuesto la calidad de los productos de las huertas de la magdalena, que son exquisitos). Eso es lo que realmente te hace volver. Yo no suelo ir porque me queda un poquito lejos (vivo en San Juan) pero si voy a pasear por lo viejo siempre me paso por el mercado.


Mi problema con los sitios donde se vende comida es que detesto el queso. Es mi talón de aquíles y me acompaña allí donde voy. Por eso, cuando entro en estos sitios siempre busco dónde están mis “enemigos” para que no me derroten con su olor. En este mercado no hay problema porque sólo hay dos sitios donde lo venden y no paso ningún tipo de apuro. Superado esto, sólo me limito a pasear entre los puestos y la gente para enriquecerme de todos los olores, colores y ambientes que desprenden.



Es muy bonito ver cómo el vendedor intenta venderte sólo lo que está bueno y no todo lo que está en su puesto. Es gratificante cuando te comenta que por ejemplo “hoy no es el día para llevarte el besugo, llévate mejor el rape porque está excelente”. Cuando una persona que sólo quiere que le compres te intenta convencer de que no lo hagas aun arriesgándose a perder un cliente, demuestra que únicamente buscan que el cliente se lleve lo mejor, lo bueno. Esa es la grandeza de estos mercados.



Tras pasear por todos los pasillos llego a la conclusión de que un mercado puede ser el reflejo de la sociedad. Hay mucha pluralidad, todo el mundo habla sin miedo y todos se respetan. Eso sí, hay distintas clases sociales y por mucho que se intente competir contra ello, el mercado nunca podrá ser tan rentable como las grandes superficies y los monstruos económicos mundiales. Es ley de vida, mala ley pero ley al fin y al cabo.