Yo ya no tengo la suerte de mantener mis juguetes. Tengo primos pequeños que han ido heredando todas mis pertenencias y ahora sólo me queda el consuelo de verles a ellos revivir tantos buenos momentos que tuve yo. Y eso está muy bien.
Es curioso que cuantos menos juguetes tienes más disfrutas de ellos. Cuando vivía en Estella, tenía un vecino que siempre tenía más juguetes que yo. Grandes, pequeños, novedosos e incluso innecesarios. Su problema era que nunca los llegó a disfrutar de verdad. Cuando veía como yo no necesitaba mas que un balón y un hermano, amigo o conocido se le notaba molesto. Veía cómo todos disfrutaban menos él porque ni siquiera compartía los juguetes. Es extraño cómo se comporta un niño y cómo se parece a una persona mayor.
Actualmente mantengo una buena relación con él pero continúa comportándose como antes. Trabaja en la empresa de su padre, tiene un poder económico considerable pero cuando nos adentramos en su mundo personal, su estado es el mismo que hace quince años: solitario y egocéntrico.
Esto nos enseña que todos debemos volver a ser pequeños dentro del mundo de los mayores. Ayudar, compartir, expresarnos y sentir como lo hacíamos antes, sin temor a las posibles consecuencias y sin miedo de ser etiquetados. Echamos de menos esa inocencia perdida de las buenas intenciones cuando nos adentramos en el mundo adulto de los empujones y las preocupaciones. Aunque no se ustedes pero yo, en cuanto tengo un poco de tiempo, intento volver a ser un niño para sentirme vivo. Se lo recomiendo a todos.
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